Tras ganar una beca, llegó el amor y su vida cambió para siempre; hoy dice que emigrar es difícil, pero su trabajo como ingeniera mecánica en BMW y una red de amistades particular la llevan a afirmar que ahora tiene dos corazones: uno argentino y uno alemán.
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En Rosario, Agustina tenía una buena vida. Estudiaba ingeniería mecánica, disfrutaba de los rituales familiares y se juntaba con sus amigas en largas mesas para nueve. A ellas las conocía desde el colegio y, tal como suele suceder en los primeros años de la juventud adulta, se movían en grupo con la sensación de que aquello duraría para siempre.
2012 fue el año que trajo el primer cambio. Las novedades eran tan emocionantes que Agustina apenas sí se percató de que estaba frente a un umbral, a punto de dejar atrás la existencia tal como la conocía. Había ganado una beca para hacer un intercambio de un año en la Universidad Técnica de Brunswick (Braunschweig en alemán), al norte de Alemania y, con aquella noticia, armó las valijas hacia un país desconocido, un idioma más extraño aún, compuesto por personas ajenas a su cultura y su historia.
“Me postulé a la beca porque siempre me había llamado la atención Alemania, sabía que era un país donde, como ingeniera, podés desarrollarte muy bien profesionalmente”, cuenta Agustina, quien partió a Europa sin imaginar que allí iba a conocer a una persona de la que nunca más se iba a querer separar.
Un destino inesperado en Brunswick, Alemania: la aparición de “Schumi”
Agustina llegó a Alemania en 2013, con 24 años. Junto a otros becarios del resto de la Argentina, aterrizó en Brunswick invadida por una adrenalina desbordante, dispuesta a vivir la experiencia con intensidad. Se alojó en una residencia de estudiantes en el centro de la ciudad y pronto se metió de lleno en la atmósfera universitaria. Durante los siguientes meses aprendió alemán, se dedicó a escribir su tesis de final de carrera y a trabajar como asistente de investigación.
Y allí, apenas a unos metros de su habitación estudiantil, conoció a un joven que le cambió la vida. “Schumi”, como lo llama Agustina cariñosamente, era su vecino de cuarto, un hombre que la introdujo más aún en los hábitos y costumbres de la cultura alemana.
“Después de un año me volví a Argentina a finalizar mi carrera, tal como lo tenía planificado”, cuenta. “Me volví sabiendo que probablemente una vez recibida iba a volver a Alemania en algún momento”.
Un nuevo comienzo en Múnich: “Hasta el día de hoy, creo que vivo donde hoy quiero vivir, pero que si algún día cambio de parecer, podría vivir en otro lado”
Aun a pesar de aquella certeza, la joven rosarina regresó a buscar trabajo en Argentina, aparte de recibir su título. Su relación con el alemán, sin embargo, siguió muy firme y, durante los meses siguientes, buscaron los caminos para verse e incluso viajar juntos.
Fue tras un año dedicado al trabajo, que una mañana Agustina despertó con el profundo deseo de apostar al cambio radical. Recordaba con alegría sus días en Alemania y supo que era tiempo de volver a la aventura: “Esta vez me fui para Múnich, ya que la había conocido como turista y me había gustado mucho. Además, en Múnich está el centro de desarrollo mundial de BMW y a mí siempre me gustó la industria automotriz para desarrollarme profesionalmente”, asegura.
“A mi familia le dije que me iba a Alemania, pero que no sabía por cuánto tiempo. Nunca lo pensé como un `para siempre´. Hasta el día de hoy, creo que vivo donde hoy quiero vivir, pero que si algún día cambio de parecer, podría vivir en otro lado”, continúa. “Me fui por amor, desarrollo profesional, ganas de descubrir cosas nuevas, desafío personal… En mi caso, no me fui de Argentina porque no la aguantaba más…. Creo que, si ese hubiese sido el motivo, tal vez hubiese sido más fácil para mí...”
La rutina en otro país, la añoranza y “las chicas del mapa”
Agustina tenía tanto por resolver, que las semanas en Múnich transcurrieron veloces sin que llegara a notar la magnitud de lo que acababa de suceder. Había conseguido una visa de búsqueda laboral, que le otorgaba un tiempo de seis meses para hallar empleo solo de lo suyo, la ingeniería, de lo contrario debía regresar.
Entre los cursos intensivos de alemán y la búsqueda laboral, la presión fue tanta, que Agustina apenas sí se percató del cambio de estación, tan notorio en los paisajes bávaros, donde la montaña se funde con el bosque, el río Isar y los lagos, así como con la arquitectura antigua y sus monumentos históricos.
Recién a los cinco meses, cuando la esperanza parecía querer escabullirse, Agustina consiguió empleo y fue ahí, acompañada por una nueva rutina, que sintió que su vida en Alemania comenzaba: “Al principio es todo nuevo, ciudad nueva, idioma nuevo, paseos nuevos…. Estaba muy feliz e ilusionada. Después cuando uno ya empieza en la rutina de la vida, el trabajo, el invierno, es cuando uno se da cuenta de las cosas que le empiezan a faltar”, reflexiona. “Y creo que ahí es cuando empezó realmente mi proceso de emigración. Uno vive un poco como turista hasta que en un momento ya empezás a vivir como local, y ahí empieza ese sentimiento de que no estás ni en tu país de origen, pero que todavía tampoco sos del lugar a donde elegiste a emigrar”.
Cuando las raíces comenzaron a faltar, Agustina resolvió que era tiempo de crear su pequeño universo latino en aquella emblemática ciudad al sur de Alemania. Conocía mucha gente y de una diversidad atractiva, pero ella añoraba tener su grupo, semejante al que conformaba con sus amigas argentinas, donde se reunían siempre alrededor de una mesa de nueve mujeres: “Eso me faltaba en Múnich”.
Fue así que decidió crear su cuenta, nosfuimosdelmapa, una comunidad de inmigrantes hispanohablantes en Alemania: “Cuando yo emigré en el 2016 había muy poca información sobre la vida en Alemania, sobre cómo buscar trabajo, cómo prepararse para una entrevista laboral, dónde conocer gente, qué paseos hacer…”
“Los jueves organizaba `la cena de las chicas del mapa´, donde reservaba una mesa para mujeres en un restaurante. Lo hacía para que nos conozcamos y consigamos un grupo de pertenencia. Hoy en día tengo ese círculo de amigas soñado, a quienes conocí a través de las juntadas y que son una pieza fundamental en mi vida en Múnich”, cuenta Agustina, quien además ofrece asesorías para quienes quieren emigrar a Alemania y no saben por dónde empezar: “Para mi emigrar es una decisión muy personal y no es para todos. Es un proceso muy largo y difícil, así que poder acompañar y ser parte de sus éxitos me pone muy contenta”.
Trabajo y ambiente laboral en Múnich: “Que un compañero tuyo de trabajo use palabras en español sin que se lo pidas te hace sentir muy integrada”
Con los vínculos afianzados y la estabilidad laboral, llegó la boda. Junto a su amor, Agustina se instaló en un barrio residencial de la ciudad cercano a su trabajo, donde halló tranquilidad y un entorno ideal para recorrer sus rincones favoritos en bicicleta, instancias que le devuelven la sonrisa a cualquier día gris.
“Múnich es una de las ciudades más seguras de Alemania. Eso hace que mi vida sea muy tranquila. Es de lo que más disfruto: poder caminar por la calle en paz, a cualquier hora, sola o acompañada. ¡Y que las calles no estén rotas y que el transporte público funcione!”.
Más allá de sus amistades latinas, la joven descubrió asimismo una apertura inesperada –aunque vislumbrada en su año universitario- dentro de su grupo de trabajo: “Mi experiencia con los alemanes siempre fue muy positiva. Si bien tienen otra forma de relacionarse y hacer amistades, en todos los casos fueron muy amables conmigo... menos cuando vas a comprar algo a los negocios, ahí sí te tratan mal”, agrega entre risas.
“Empecé a trabajar para una empresa como ingeniera que prestaba servicios a BMW de manera externa. En ese puesto trabajé tres años. Todos me ayudaron muchísimo a insertarme en el ambiente laboral alemán: con el idioma, se interesaban por mi cultura, aprendían palabras en español, me corregían los mails cuando yo se los pedía. La verdad es que tuve muchísima suerte, me tocó un equipo de trabajo con una calidad humana enorme. En los primeros meses había un chico que se llamaba Peter, que me explicaba todo, me ayudó a ganar confianza y me transmitía mucha tranquilidad cuando colapsaba por no entender o trabajar en mi idioma”, continúa Agustina, quien luego cambió de área para ocupar el puesto de project manager en proyectos de licencias con clientes industriales.
“También toda gente de gran corazón. El ambiente de trabajo es realmente de equipo. En estos siete años nunca sentí competencia entre mis compañeros”, afirma. “En este grupo también aprendieron algunas palabras en español, así que es muy común que mis compañeros alemanes me digan `sí´, `no´, `bueno´, `gracias. Es un detalle que a muchos les puede parecer una pavada, pero que un compañero tuyo de trabajo use palabras en español sin que se lo pidas te hace sentir muy integrado cuando estás trabajando en otro país”.
“Y en la oficina siempre tomo mate cuando tengo reuniones. A los alemanes les da mucha intriga saber qué es, siempre me preguntan, pero a probar no se animan demasiado”.
Regresos y aprendizajes: “Mi corazón no se partió, sino que ahora tengo dos, uno argentino y uno alemán”
La mesa para nueve en Argentina ya no es un ritual de cada semana, tampoco de cada mes, aunque Agustina intenta que suceda al menos una vez al año. Aquello que parece permanente, cambia, en especial para esos seres que se animan a dar saltos de fe hacia lo desconocido: un nuevo amor, un nuevo reto personal, una búsqueda laboral o un cambio de vida porque sí, porque a veces es necesario barajar y dar de nuevo.
En el camino, Agustina comprendió que emigrar es una palabra que pocos usan: “la mayoría dice `me voy a vivir a otro país. Sucede que decir `emigrar´ tiene un sabor indeseado a para siempre”, dice la joven rosarina, quien hoy tiene 34 años.
“Emigrar es un camino de autoconocimiento. ¡Y también de expansión! Viajo muchísimo, conozco gente de todo el mundo, aprendo sobre otras culturas y maneras de ver el mundo. Y de la cultura alemana aprendo mucho también. Con las cosas que no me gustan de la cultura, aprendo a querer más las cosas que sí me gustan de mi cultura. Y las cosas que sí me gustan de la cultura alemana, trato de incorporarlas en mi vida cotidiana”.
“Pero cuando voy a Argentina y me toca volver a Alemania, ando muy pensativa, con el corazón partido en dos”, continúa. “Por un lado, están las ganas de quedarme con mi familia y amigos de siempre, y por el otro, volver a la vida que armé en Alemania. Estos sentimientos no son fáciles de explicar, y menos de atravesar. Esta es una parte de la que pocos hablan cuando se habla de emigrar. Siempre se habla de la calidad de vida en Europa, de los buenos sueldos y trabajos, etc. Pero del trabajo interior que uno hace al emigrar hablan pocos... supongo que es porque es de esos temas donde hay mucho por decir, pero que cuesta explicar”.
“El volver a casa es hermoso y doloroso a la vez, disfrutás mucho, pero sabés que tiene fecha de vencimiento y que la despedida va a ser dura. Al volver tenés un poco ese sentimiento de soledad, emigrar es eso... es aprender a estar solo, vos y tu cabeza. En el lugar que emigres no hay conocidos, no están tus padres, no tenés a tu vecina y a tu kiosquero de siempre, tampoco a tu médico de confianza”.
“Pero si todo sale bien, va a ser probable que después de un tiempito ya tengas algún amigo, tu restaurante preferido, tu casa decorada como te gusta, olores de tu ciudad que te alegran el corazón, y que disfrutes de las libertades que en tu país de origen no tenías. Ahí es cuando el corazón se empieza a partir y uno empieza a preguntarse de dónde es y a dónde pertenece. Aceptar y entender eso me dolió, pero una vez que lo trascendí me di cuenta de todo lo que eso me hizo crecer y que en realidad mi corazón no se partió, sino que ahora tengo dos, uno argentino y uno alemán, y que mi lugar es donde yo elija ser y quizás también estar, aunque sea por un rato”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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