Se fueron del país por un tiempo, pero la vuelta fue dura; decidieron regresar a Canadá para vivir en el bosque, desafiaron su cuerpo, mente y espíritu, y transformaron su amor por la Argentina.
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Cecilia y Gastón se despidieron de la Argentina en dos oportunidades, pero fue la segunda la que trajo consigo un trago amargo con sabor a definitivo.
La primera vez fue poco antes de la crisis del 2001, ella tenía 20 y él 23. Por aquellos días, muchos jóvenes habían decidido dejar el país, la situación laboral ofrecía un panorama endeble y en el aire argentino tan solo parecía respirarse incertidumbre. Aún hoy, Gastón recuerda que nadie les sugirió que se quedaran.
Regresaron a Buenos Aires en el 2004, luego de una experiencia de estudios y trabajo en territorio canadiense. Sospechaban que no se trataría de un volver permanente, sino un tiempo de reencuentro con su amada Argentina, la familia y los amigos; luego de años alejados deseaban ver cómo los recibiría su tierra y, a su vez, anhelaban iniciar los trámites para obtener la residencia canadiense.
“La vuelta fue difícil”, rememora Gastón. “Pudimos ver las consecuencias de la crisis y cómo ésta había afectado a nuestras familias, física, emocional y económicamente. Habíamos dejado un país relativamente normal, donde caminar por la Plaza de Mayo significaba hacerlo en una zona de canteros florecidos, pasto impecable y orden. Al volver sentimos que habíamos llegado al país después de una guerra: todo cercado y agrupaciones acampando en una atmósfera tensa: no había más flores, ni pasto, ni acceso para sentarse en un banco a contemplar la belleza de la ciudad”.
Aquella primera noche del regreso, Gastón y Cecilia lloraron, al igual que en su segunda despedida: sabían que iba a pasar mucho tiempo antes de que volvieran a ver a sus familias.
Hacia los bosques: inviernos crudos, cero violencia y noticias de pajaritos y gatos
Pisar territorio canadiense por segunda vez fue una experiencia hermosa. A Gastón lo esperaba un trabajo asegurado y pudieron alquilar una casa el mismo día del arribo: allí, en contraste con el escenario que habían dejado atrás, todo parecía fluir en calma.
Los primeros años, sin embargo, estuvieron acompañados de un esfuerzo incansable y nuevos desafíos en relación a su camino de adaptación: ahora, con aquella sensación de “definitivo” a cuestas y un proyecto de familia en camino, el entorno había cobrado otros tonos, con sus luces y sus bemoles.
Amantes de la naturaleza, la tierra cultivada y las energías sustentables, años más tarde decidieron dejar su primera vivienda en una zona urbanizada para trasladarse hacia los bosques, un reto para el cuerpo y el espíritu, un camino de soledades y comunidad.
“Nos instalamos en la provincia de Ontario, Canadá, en un bosque en las afueras de una ciudad llamada Hamilton, donde construimos nuestra casa”, revela Gastón. “En invierno las temperaturas pueden bajar hasta –30 C, llega a acumularse hasta un metro de nieve, amanece a las 7 y el sol se pone a las 16:30; los veranos, en contraposición, son calurosos”.
“Es tan seguro y tranquilo, que cuando llegamos nos llamaron mucho la atención las noticias en la televisión: cero violencia, y la mayoría eran acerca de un pajarito que salió de la hibernación temprano o un gato atrapado en un árbol. Nos tocó hacer un trámite en la policía y nos causaron gracia las estadísticas de los accidentes señalados en una pared: una cantidad mínima”, continúa pensativo.
“Y bueno, salir de tu casa con el pelo mojado en invierno no es aconsejable, ¡parece que tenés gomina cuando se congela”, agrega entre risas. “Por supuesto, como en muchos países anglosajones, la gente se saca los zapatos al entrar a las casas y le da extrema importancia a la puntualidad. Es común que arregles con alguien para cenar un par de semanas por adelantado y que cuando decís a las 18 en casa, a las 18:05 te suene el timbre. Todo es muy estructurado, hasta las relaciones personales”.
La facilidad para emprender, dejar el hogar sin llaves y mucha naturaleza para una buena calidad de vida
Sin dudas, un espíritu emprendedor es capaz de brillar en cualquier rincón del planeta. Aun así, para Gastón Minetti, quedan en evidencia la multiplicidad de posibilidades existentes cuando el entorno brinda herramientas efectivas, minimiza burocracias y acerca las oportunidades.
“Es relativamente fácil empezar un negocio”, asegura. “En nuestro caso en particular, yo tengo una empresa de energías alternativas y mi mujer estudió y se recibió de contadora acá, en Canadá, y abrió su estudio contable”.
Pero fue en la naturaleza y el aire puro, donde la familia Minetti encontró su paz mental y su significado de “calidad de vida canadiense”. El bosque, sus cultivos y cosechas, el desafío del invierno, el deporte al aire libre y la atmósfera carente de hechos delictivos, fueron pilares fundamentales para hallar su espacio en una nación de carácter amable, sereno y de sensación distante.
“Es tan seguro que ni sé dónde están las llaves de casa”, confiesa Gastón. “¡Estuve un mes en Argentina y dejé nuestro hogar sin llaves! Una sola vez, antes de mudarnos al bosque, había dejado las de la camioneta puestas y unos adolescentes se la llevaron; a los cinco minutos la policía me la trajo de vuelta”.
Un día cualquiera en los bosques de Ontario
En la espesura de Ontario, la familia Minetti aprendió a amanecer cuando el sol aún no quiere asomar. El matrimonio inicia su día a las 5 de la mañana, con media hora de ejercicios, un desayuno en pareja y la partida de Gastón hacia su trabajo en los primeros minutos del alba. Cecilia, entonces, despierta a sus hijas y las prepara para la escuela.
Su casa se encuentra “perdida” en el bosque, lejos del circuito del bus escolar, por ello, a las 7:30, la madre las lleva hasta la parada del micro en auto y las recoge cerca de las 16. La cena acontece a las 18:30 y a las 20 ya están todos en la cama.
“El horario escolar es de 8 a 15″, aclara. “Canadá tiene una educación pública de buena calidad, al igual que la privada. En años sin pandemias hay muchas actividades después de comer, como karate, fútbol, básquetbol, por nombrar algunas”, cuenta Gastón.
“Estamos relativamente cerca de centros de esquí y muchos fines de semanas vamos a esquiar, o por el día, o todo el fin de semana. A su vez, en nuestra propiedad tenemos un pequeño laguito que se congela, y lo mantenemos sin nieve para patinar”, sonríe.
“Lo mejor de Canadá es lo peor de Argentina y lo mejor de Argentina es lo peor de Canadá”.
En su relación con la Argentina, Gastón y Cecilia atravesaron diversas etapas, contrariadas, de encuentros y desencuentros, alegrías y sinsabores. Durante muchos años, sus visitas a la patria austral fueron esporádicas, de corta duración y con una construcción y una opinión formada del país basada en las noticias absorbidas a lo lejos.
En la última etapa, sin embargo, atrás quedaron los impactos de una nación que parecía no querer cobijarlos, para dar paso a otro tipo de relación, en donde lo que prevalece es el amor por las raíces profundas.
“Hace tres años anotamos a nuestras hijas en una escuela de Argentina por dos meses, en las vacaciones del verano canadiense, para que aprendan castellano y cultura argentina en nuestro suelo. Fue una experiencia enriquecedora para ellas”, cuentan. “Llevamos a una pareja de amigos canadienses a recorrer nuestra tierra y quedaron enamorados, especialmente de Cafayate, las Cataratas, Salta, Jujuy y Buenos Aires; y eso fue solo una introducción a lo que Argentina tiene para ofrecer...”
“Este año compramos una casa en la costa atlántica y fue muy linda nuestra primera experiencia, pasamos el verano en nuestro país y pudimos compartir mucho tiempo con la familia, disfrutar de la gastronomía y la vida social. ¡La calidad humana argentina es única! Siempre decimos que comparar Argentina y Canadá es comparar dos polos opuestos: Lo mejor de Canadá es lo peor de Argentina y lo mejor de Argentina es lo peor de Canadá”.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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