Después de 8 años alejada de las tablas, trabaja en Precoz, la elogiada obra basada en la novela homónima de Ariana Harwicz; en una charla con LA NACION habla de la actualidad, el trabajo y la maternidad
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La obra Precoz, que se puede ver durante octubre los jueves y viernes en Dumont 4040, es, ante todo, inquietante, como la novela. Quien haya entrado en el universo de Ariana Harwicz bien lo sabe. En este caso, una mujer (Julieta Díaz) y su hijo adolescente (Tomy Wicz) circulan en un espacio y en un tiempo impreciso. El vínculo estrecho, endogámico, que los une perturba. Están en los márgenes del sistema. “En la obra somos nosotros dos solamente y construimos el personaje del hombre del que se enamora ella pero que no aparece. Él sí está dentro del sistema, la madre y el hijo están en el borde, son marginales, o casi. Me refiero a la norma: ella a veces trabaja y a veces no, el pibe a veces va al colegio y a veces no, lo echan. Algunos días comen y otros no. Tienen una casa destruida que no tiene calefacción en invierno. Roban algunas cosas pero tampoco es que son de la calle. Están en un borde muy complejo de entender”, cuenta Díaz radiante porque este proyecto le interesa a tal punto que se involucró como productora asociada.
–Hace ocho años que no hacés teatro y volvés con una obra muy particular, ¿cómo llega la propuesta?
–Por parte de Lorena Vega. Me dijo que quería que leyera la novela, me la compré, me contó que se estaba adaptando a la versión teatral. Yo tenía ganas de hacer teatro y de hacer, además, algún texto de este tipo, poético. A medida que lo iba leyendo, iba entrando en ese universo, en esa poesía que tiene Ariana y me dieron ganas de tener esos textos en la boca. Es un teatro muy narrativo. Tuve una experiencia de este tipo con Ana María Bobo, hace como veinte años, cuando hizo una versión de la novela Madame Bovary, de Flaubert, la llamó Emma Bovary y éramos siete actrices que narrábamos la novela, una preciosura de trabajo. Cuando empezamos a trabajar con Precoz me apareció mucho esa experiencia. Además, hay algo en la dirección de Lorena, muy detallista, muy concreta, pero muy artesanal en el trabajo, y en la búsqueda de contar la situación dramática pero también de darle valor y traer hacia adelante la palabra, lo literario.
–¿Se pudo transformar lo literario en teatral?
–Sí, la obra se apoya mucho en la puesta. Encontramos un punto medio, siempre teatral, entre la literatura y el teatro tradicional, sin la cuarta pared y sin la convención de que algo sucede ahí y el público no está. Acá nosotros le hablamos al público, le contamos la historia y nos metemos y la habitamos, y salimos y la contamos. Como la obra no sucede en un lugar concreto, ni en un tiempo específico, no es acá a la vuelta pero tampoco es en otro país, es como en un limbo, todo se vuelve muy simbólico, y ahí aparece la poesía. Pero, al mismo tiempo, son dos personajes a quienes les pasan cosas. Nosotros construimos otros personajes, a los objetos mismos. Eso siempre me atrajo del teatro: poder mostrar todo con nada. Nada más y nada menos que con el cuerpo y la palabra, en realidad. Yo te ofrezco algo y te proyecto mis imágenes pero en realidad estoy yendo directo a buscar el imaginario del que mira porque no se lo estamos mostrando. Te muestro retazos. Y eso tiene que ver con la literatura claramente, y caprichoso como es la poesía, arbitraria.
–Precoz propone una mirada sobre la maternidad muy distinta a la idílica de propagandas, ¿sentís que hay un cambio en ese sentido, una posibilidad de pensar ciertos temas femeninos desde otro ángulo?
–Me cuesta pensar en esta obra en relación a la maternidad porque está en un borde demasiado extremo. Precoz no habla solamente de la maternidad, habla de otras cosas, habla de la humanidad. De la búsqueda, de la pulsión de vida, de amor, de conexión, aunque estés muy perdido, y aunque todo sea un horror. Y también es un capricho poético.
–¿Pero ese capricho poético puede construirse porque el tiempo lo permite, porque se puede hablar de otras formas de la maternidad, porque se puede empezar a pensar en que es falsa la idea de que la mujer siendo madre es necesariamente feliz?
–Totalmente, diría incluso la falsa idea de que tenemos que ser felices. Como eslogan es tremendo. El otro día mi hija estaba angustiada por algo y lloraba, y la mujer de mi papá que es muy copada y es psicóloga infantil, me decía algo muy sencillo pero a la vez muy difícil de entender profundamente: que la vida también es aburrida, también es triste. Es difícil aceptar que el sufrimiento y el no saber, la incertidumbre, la tristeza, la frustración y el vacío son parte de la vida. Pero si uno se lo quiere sacar de encima todo el tiempo es más frustrante, hay que habitar el dolor o la situación que te esté pasando y saber que es parte de la vida, no correr en contra para salir de eso de la manera que sea para volver a ser feliz y que todo esté bien, y que todo esté lindo. Hay una pulsión de eso, buscar la luz, el aire, que está bien, obviamente.
–Incluso la pandemia puso eso de manifiesto, la vulnerabilidad...
–Sí, me acuerdo mucho del aislamiento del año pasado, estábamos todos encerrados y sentí que había que transitar eso. Me vino a la cabeza muchas veces en este tiempo un texto que escribí cuando tenía 20 años cuando creía que el dolor era no saber y que la alegría era la certeza, hoy estoy en un momento en el que no sé para dónde ir, muchas veces, no sé bien qué me pasa, ¿estoy bien o no? Y siento que vale el “no sé” porque es lo necesario para que en algún momento la ficha caiga, la intuición aparezca. La maternidad para mí es eso, con dudas incluso hay que tomar decisiones. Con todas las dudas del mundo. Lo que más me perturba de la maternidad es saber que de alguna manera la voy a dañar, la voy a llenar de amor y le voy a dar un montón de cosas maravillosas, eso seguro porque la amo y la protejo. Pero sé que de alguna manera la voy a dañar, no tengo escapatoria. Cometo errores y como soy dramática y culposa siento que le estoy dejando marca. Me pongo muy pesimista por momentos. Cuando estaba por ser madre tuve mucho temor, hice un texto sobre la maternidad y las dudas. Me daba cuenta de que tenía el deseo pero también un miedo muy grande por la responsabilidad que implica saber que todo lo que haga una madre afecta a los hijos y eso me parece muchísimo.
–¿Te afecta aún más siendo niña?
–Sí, por supuesto, me preocupa este mundo. Estoy muy pesimista últimamente. Por un lado veo una ternura, un amor, una lucha, una conciencia que son alucinantes, pero por el otro lado siento que de igual manera el lado oscuro va creciendo, que cuanto más aparece el humanismo, la diversidad, la tolerancia, el amor, la conciencia social, ambiental, cuanto más fuerte se hace más crece y fuerte se pone el fascismo y la crueldad en el mundo. El colapso ambiental que estamos viviendo, estoy muy activa con eso, es parte de este momento del mundo. Me preocupa y es muy frustrante ver que los gobiernos de todos los países no lo ven, no ven que sea importante. Entiendo que están con los problemas cotidianos, que tienen que sacar plata de donde sea, siempre voy a apoyar a los gobiernos nacionales y populares, siempre voy a apoyar a un gobierno con conciencia social pero es muy angustiante, y no viene de ahora sino de hace muchísimos años y de muchos gobiernos, que sigan luchando por la cosa chiquitita, partidaria, miserable de la próxima elección, los egos mientras el mundo se incendia. Se está destruyendo. Todo al mismo tiempo, escuchás el último informe del IPCC –el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático–, los estudiosos a nivel mundial y está claro que el colapso no tiene vuelta atrás. El calentamiento global va al 1.5, no hay manera de frenarlo. La única manera es que se empiecen a tomar medidas ahora para que el colapso no sea tan tremendo, que va a llegar igual, está llegando. En realidad ya llegó. Hay que tomar conciencia y volver a la naturaleza, volver a lo natural, a dejar de pensar solamente en este sistema megaproductivo destructivo de los recursos no renovables. Se sigue justificando que lo que necesitamos en plata. No, no solamente plata. Los ambientalistas, los científicos, todos están hablando de recursos más baratos de los que se están usando y es posible. No es una utopía. Es no querer escuchar porque va a en contra de los poderes. Ahí es cuando me pongo pesimista porque veo un nivel de locura en el mundo... como lo que pasa en Afganistán ahora, por ejemplo.
–¿Sufriste abusos en tu trabajo?
–Viví millones de abusos chicos, pero que son horribles, también comentarios de compañeros. De todo. No quiere decir que sean tipos que vayan a ser abusadores. Hace pocos años un compañero de trabajo me dijo “ay, ese escote”, como que me hacía buenas tetas. Y yo le miré el pantalón y le dije “¿y ese pantalón te hace buen bulto?, ¿cómo venís? ¿Venís bien o venís mal?”. Y se quedó helado y le dije “¿Viste qué incómodo? Bueno, sí, es incómodo”.
–Y respecto a tu vida privada, ¿sentís que es parte del trabajo que se entrometan?
–Yo nunca sufrí demasiado, no siento que se metan mucho en mi vida privada. Estuve con el padre de mi hija por diez años y nadie se enteró. No es una persona famosa. Cuando empecé a salir se inventaron cosas. Como él es norteamericano dijeron que era productor. Pero nada que ver, trabaja en bienes raíces. Después en algún momento, cuando estuve en pareja con alguien más conocido, sí, me di cuenta de que se metían mucho, pero tampoco les interesaba. Hablaban de eso con fervor y al día siguiente cambiaban de tema. Traté de no darle importancia. De lo que sí a veces se habla es respecto al tema de mi hija, que tiene parálisis cerebral, cuando me escribieron para hacer una nota dije que no, que no tenía ganas de hablar de eso por una cuestión de respeto y de todos modos salieron notas y fue trending topic por una cuestión de que hay noticias que llaman más la atención, por demagogia, por pena, por morbo, por empatía también, son temas fuertes.
–¿Te pasó que se metan demasiado?
–No, no tengo nada que ocultar y tampoco me pasó que se filtró un audio, un video, una foto. Porque te puede pasar que le mandás un audio a una amiga diciendo algo y justo pierde el celular. La realidad de la gente tiene reveses y miserias, todos tenemos, pero parece que tuviéramos que ocultar el lado b. Me sigue asombrando cómo todavía negamos los lados b, como si nadie mandase alguna vez en su vida un audio hablando mal de alguien porque se enojó, como si nunca nadie hubiera especulado con algo de laburo. O criticando a alguien. O mandado una foto en corpiño a tu novio. Hay algo impiadoso en seguir sosteniendo a esta altura los personajes de dos dimensiones que supuestamente somos. Y sí, la gente se separa, se enoja, sufre. La gente tiene sexo o no puede, la gente va al baño. La gente es mala, es buena.
–¿Hay un cambio respecto a estos ideales?
–Creo que las personas que estamos en los medios tenemos mucha responsabilidad. A veces la podemos asumir mejor, a veces no, porque somos seres humanos, nos podemos equivocar, parte de asumir esa responsabilidad es ser honestos. Pero tenemos que liberar al otro de tener que ser perfecto o mejor. Las cabezas cada vez se abren más. Y está de moda ser uno mismo, no sé si sirve realmente, pero que esté de moda es un avance.
Para agendar. Precoz, de Jueves y viernes, a las 20.30, en Dumont 4040, Santos Dumont 4040, entradas por Alternativa Teatral.
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