El Padre César acaba de lanzar Cambio de planes, álbum editado por Sony Music que grabó junto a su banda Los Pecadores, y en el que comparte temas con Pity Álvarez y Daniel Melingo, entre otros artistas
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“Falopero” se titula el primer single de difusión y fue compuesto para Pity Álvarez. Es el puntapié inicial para Cambio de planes, material que acaba de ver la luz -editado por Sony Music- y que también cuenta con colaboraciones de Juanse, Rolo Sartorio y Daniel Melingo, entre otros músicos.
Para sus seguidores no es novedad que la fe y su devoción por Dios encuentren en su pasión por el rock un canal de espiritualidad que fluye naturalmente. Los más desprevenidos seguramente se sorprenderán ante el arte de este hombre que luce su “cuello romano”, sello de todo religioso. Prejuiciosos y conservadores abstenerse. El Padre César va por la vida con su distintivo sacerdotal, pero también con una gorra entre canchera y rocker y su afición por la música como un modo de entender no sólo la manera de transitar su vida, sino como una posibilidad más de canalizar su misión pastoral. Cura, músico y rockero. Quizás una buena simbiosis para estar más cerca de Dios.
“Cuando compuse ´Falopero´, le pregunté a Pity (Álvarez) con quién le gustaría grabarlo. Fito (Páez), (Andrés) Calamaro, (Gustavo) Cordera, Juanse lo quieren mucho y seguramente se sumarían, pero, cuando le mostré el tema, me dijo que lo teníamos que hacer juntos”, comienza diciendo el Padre César, en una inmaculada -nunca mejor utilizado el término- sala de reuniones de un hogar de monjas ancianas ubicado en pleno barrio de La Paternal. En la plaza de enfrente, una escultura recuerda a Pappo, el ciudadano ilustre de la zona. Territorio del rock, sin dudas. Y de la divinidad.
Ese encuentro con Pity Álvarez fue el que se convirtió en impulsor del proyecto. Cambio de planes incluye seis temas, donde también participan nombres como Piti Fernández y Barby Blues. “Más allá de que hoy se estilen las colaboraciones entre artistas, lo lindo de este disco es haber podido grabarlo con quienes tengo una relación de verdad”.
-¿Por qué el álbum se titula de esa forma?
-La vida es un cambio de plan permanente, sobre todo viviendo en Argentina. Además, tiene que ver con lo lúdico, con que la vida te asombre, que no todo esté automatizado. Es lindo transitar la sorpresa.
-¿Acordás con la frase “que la inspiración te encuentre trabajando”?
-Habría que pensar qué significa “trabajando”. Puedo estar parado con la camioneta esperando que pase el tren y que me surja una melodía o una frase.
-¿Entonces?
-La grabo ahí mismo y cuando llego a casa la plasmo en una canción.
El Padre César no vive en una parroquia, sino en la histórica casa familiar, aunque cumple con su misión espiritual en un templo y en otros espacios donde su presencia es invalorable. Es un religioso cercano. Esos que sumergen sus conocimientos y su prédica en un tono campechano que les llega a todos. Alguien dirá “así hablaba Jesús”. ¿Por qué no?
“Puedo estar en casa tocando el piano y que aparezcan nuevas ideas. Hay canciones que se escriben en un rato y otras que llevan más tiempo”. Designios de esa otra divinidad llamada musa. “Me gusta escribirle a lo que me pasa a mí y a un montón de personas, cosas que son universales”.
Imposible no tutearlo. Charlar con él se convierte, rápidamente, en un encuentro con un viejo conocido. Así parece.
El Padre César “confiesa” que algunos músicos amigos le solicitan también su tarea pastoral, entre ellos Juanse, el artista de reconocida fe cristiana. “Algunas noches, cuando vuelve de un concierto, me pide que vaya a su casa para que le dé la comunión. Me dice que soy el delivery de la Iglesia”.
-Comparten la pasión por la música y la fe en Dios. Quizás, para mucha gente, lo segundo es más complejo de lograr.
-No se trata de levantarse y sentir que ya se cree en Dios. En mi caso, es un trabajo interno conectarme con la vida, los aromas y conmigo mismo. Y también con las creencias. Lo otro sería una vida mecánica, sin “cambio de planes”.
Cada tanto, el padre César y Juanse comparten retiros espirituales en Los Toldos. “También suelo pedirle consejos sobre el mundo de la música, tiene mucho oficio”.
¿Llamado?
-¿Cuál fue tu primera vocación, la música o el ejercicio sacerdotal?
-La primera vocación que tengo es la humana.
-Debería ser inherente a todos, aunque...
-De chiquito siempre me gustó cantar.
Su padre, que falleció cuando él tenía siete años, le fue ampliando el oído: “Todas las semanas traía los simples de Palito Ortega, María Elena Wash o tango. En mi casa siempre hubo mucha música. Me acuerdo que agarraba una pila, simulaba que era un micrófono y me ponía a cantar”.
En aquel hogar de Floresta había un piano -que su madre ejecutaba muy bien- y también un abuelo compositor de tango “de la guardia vieja”. Un tío materno era un melómano exquisito, pero fue quien le hizo notar que también desde el lado paterno aparecía la predilección por las buenas partituras: “Me contó que mi viejo, que no tocaba ningún instrumento, fue quien le hizo escuchar en una Spika a (Astor) Piazzolla”.
-Influencias no faltaron.
-Llevo la música en la genética y en el alma, estaba en mí desarrollar todo eso.
-Entonces desde chico comenzaste a transitar el camino de la música.
-No.
-¿No?
-Era muy vago en el colegio, entonces mi vieja me decía: “Si te llevo a aprender a tocar un instrumento vas a estudiar menos, será peor”.
-Sin embargo, se produjo la epifanía.
-A los dieciséis años estaba en casa, triste porque una mina no me daba bola y, como no había nadie, me fui al piano vertical y con un dedo saqué “A los jóvenes de ayer”, de Serú Girán.
Cesar Scicchitano Tagle, tal su nombre completo, dice “minas”. Sacrilegio, pensarán algunos. En realidad, se trata de los sentimientos de un hombre de carne y hueso que, en simultáneo con la música, también fue percibiendo su vocación religiosa y disponerse a canalizarla con todos aquellos mandatos que el catolicismo sostiene en torno al ejercicio sacerdotal.
Envalentonado con aquel descubrimiento frente a las 52 blancas y 36 negras del teclado hogareño, impulsó la creación de una banda de música escolar, pero, un compañero, con los pies en la tierra, lo llevó de los pelos (durante mucho tiempo lució melena enrulada y larga hasta el cuello) a un conservatorio de Liniers. “A la segunda semana empecé a escribir mis canciones, con melodía y letra”.
Se crio entre Flores y Floresta, pero reconoce que “los cien barrios porteños” le pertenecen. Se le nota ese “conocimiento de la calle”. Acaso imprescindible para un hombre que debe conocer a fondo sobre las necesidades humanas, esas que son inmateriales, y también de las otras. “Mamé la cultura del bar. A los dieciséis levantaba quiniela clandestina”.
-¿Cómo?
-Sí y También vendí cositas de contrabando que traía un amigo que estaba en la Marina Mercante. Traía porno. Acá no existía nada de todo eso.
En Gran Hermano -delicia de participante sería- lo mandarían derechito al “confesionario”. Algún obispo también. Pero todo fue allá lejos y hace tiempo y antes de consagrarse a servir a los demás a través de la palabra del Señor.
-¿Ya había despertado en vos la fe religiosa cuando terminaste el secundario?
-Primero hice la “colimba”, pero, en un “baile” que nos pegaron, me fui a la carpa, me arranqué toda la ropa verde y me pregunté: “Loco, acá tiene que haber algo más”.
Estaba claro que ese despropósito no podía ser la única posibilidad de la existencia. Del maltrato sufrido en el ya extinto Servicio Militar Obligatorio comenzó a germinar en él la idea de ejercer la fe desde otro lugar. La revelación apareció luego de haber tocado con su banda en la parroquia San Ramón Nonato de Villa Luro. “Al día siguiente, desarmando los equipos, me planteé la posibilidad de ser cura”.
-¿Así fue?
-En esa parroquia había un grupo de curas increíble y yo venía de la calle, donde se habla demasiado y se hace muy poco.
A los 22 años ingresó al seminario de Villa Devoto. “Fue algo que comenzó a pasar dentro mío que no sé si fue tan consciente”. Nueva vida. Y siempre la música, como un arcángel que caminó a su lado.
-Muchos sacerdotes y hermanas hablan del “llamado de Dios”. ¿Existe? Dentro del plano espiritual, ¿podría hablarse de algo tangible?
-Los griegos definieron muy bien el “kairós”, que es el tiempo de Dios. También se refirieron al “cronos”, que es el tiempo que nos devora, y el “aión”, aquello que va repitiéndose cíclicamente. En un momento me llegó el “tiempo de Dios”, pero sin que me olvide del ser humano. No sé si fue debajo de una palmera, pero, en algún momento, internamente la vida me comenzó a reclamar otra cosa. Nunca fui tan institucional como para pensar en un “llamado”, no le escuché nunca la voz, pero sí siento y sé que está. Es como me sucede con mis viejos, no están más, pero siento el amor de ellos. Dios está en un montón de situaciones.
-La música es una manifestación divina.
-La música es un acontecimiento espiritual, como la fe. La fe y la música son acontecimientos del espíritu.
Tiene 61 años, pero parecen varios menos. “Soy un hombre grande, pero no me siento un viejo”. Y menciona los ochocientos años de Matusalén y estalla en una carcajada. Charlar con el Padre César es ir y venir entre las risas, los temas cotidianos y aquellas cuestiones profundas que hacen a su metier religioso.
“Están los que unen y los fundamentalistas que, para mí, son los que salen del plano de Dios y que pululan en todo el planeta y no pertenecen a una religión determinada; son los que entienden a Dios desde un lugar que es, en realidad, un mambo de ellos”.
-Con fe, ¿se transitan mejor las vicisitudes, problemas y duelos que propone la vida?
-Se transita distinto. Soy muy respetuoso de aquellos que no creen, entiendo que, cada uno transita lo que llamamos la vida como quiere o puede. A mí lo que me ayuda es pensar que, si existe Dios, hay una salida para todo; pero Dios también es una gran duda, si no, no habría fe.
Entre el rock y el papa Francisco
-¿Por qué el rock? ¿Cómo te interpela?
-Yo escuchaba desde Palito Ortega hasta Franco Simone y Música en Libertad, también algo de tango.
-Pero la puerta te la golpeó el rock.
-Los primeros que me hablaron sobre el espíritu fueron los rockeros. El día que escuché, por primera vez, “Hombre de hierro”, de León Gieco, algo me pasó; lo mismo me sucedió con La Máquina de Hacer Pájaros o Sui Géneris; o cuando conocí “¿Adónde está la libertad? de Pappo y “Plegaria para un niño dormido” de Luis Alberto Spinetta. De chico pensaba: “quiero ser como esta gente”; no los veía automatizados. Hablaban de otra cosa, de otro lugar del ser humano. Ellos son mis padres espirituales.
-¿Tuviste muchas trabas para ejercer tu rol de sacerdote de parte de los sectores más conservadores de la Iglesia?
-En la época en la que estudiaba, el Padre Segade, que había hecho los arreglos de “La misa criolla”, me mandó a estudiar piano y me llevó a cantar a su coro ARS Musicalis, donde me enseñó a cantar obras de Bach, Brahms, Mozart y canto gregoriano. Cuando me ordené, le dije a (Antonio) Quarracino, que era el Arzobispo de Buenos Aires: “mire que la música viene conmigo”.
-¿Qué te respondió?
-Como en esa época yo estaba con la onda clásica me dijo: “Sí, gordo, dale para adelante”.
Se ordenó en 1993 y dos años después fue destinado a una parroquia donde no era muy comprendida su afición. “Ahí aparece mi conexión con (Jorge) Bergoglio. Todos los que teníamos algún problema íbamos a hablar con él”.
-Te adelantaste a una de mis consultas. Justamente te iba a preguntar por tu vínculo con Jorge Bergoglio.
-Cuando fui a verlo, no sé si él percibió un problema, me vio medio “chapa” o encontró la mejor solución, pero me propuso: “Andá a la parroquia que quieras”.
Esa iglesia es Sacratísimo Corazón de Jesús, en la que desarrolla su tarea pastoral desde hace veintiocho años.
-¿Continuaste el vínculo con Jorge Bergoglio?
-Sí. En una oportunidad me pidió que compusiera una canción para las prostitutas, pero con la mirada de Jesús. El pedido tenía que ver con la visita que él había recibido de una cónsul de un país de Latinoamérica, donde le manifestó que estaba muy preocupada por la llegada de sus compatriotas para ejercer la prostitución. En esa reunión, (Jorge) Bergoglio me dijo: “Me suele venir a ver una mujer grande, que fue prostituta; su boca es un tacho de basura, pero tiene una enorme pureza de alma, no sabés lo que es”. Ahí es cuando escribo “Amor abandonado”.
-¿La escuchó?
-Sí, enchufó su radiograbador y la escuchó. Y, ya como Papa, me encargó otra que se llama “La moto y la catedral”. La moto es el mundo no creyente y la catedral es el de los creyentes. Cuando hay onda de los dos lados se pueden construir cosas muy lindas para la humanidad.
-¿Mantenés una relación estrecha con el papa Francisco?
-La última vez que lo vi fue en 2014, cuando fuimos a tocar a Roma con Los Pecadores, mi banda, con motivo de la Jornada Mundial de la Paz. Fue un partido donde jugaron desde Diego Maradona hasta el “pibe” Valderrama. Nos hizo tocar adentro del Vaticano. Fuimos la primera banda de rock que tocó allí. (Diego) Maradona lo amaba a Francisco, para él fue reconciliarse con la Iglesia”.
-¿Cómo fue el encuentro con el papa Francisco?
-Genial, le presenté a los músicos y le conté que, la noche anterior, habíamos rescatado a un pizzero de Roma para que tocase con nosotros.
-¿Hoy tenés vínculo?
-La gente ocupa un tiempo en la vida de uno; no me da colgarme de esa sotana mayor. Le mando saludos a través de personas en común, pero, si no es para ir a tocar, no voy a ir a Roma.
-¿No estará esperando tu llamado?
-Con todos los temas que debe tener ese hombre, no creo que esté pensando eso. Desde ya, si me ve, seguro que me reconoce. Me decía “musicista”.
-¿Cuál considerás que será su mayor legado?
-Dejará la puerta abierta a grandes renovaciones que la Iglesia necesita hacer. La Iglesia se quedó con un discurso muy viejo que tenemos que ir renovando. No se trata de buscar adeptos, sino para que se entienda el mensaje de Jesús hoy.
Ni cantos gregorianos ni salmos. Acá las partituras pasan por otro lado, pero eso no las exime de una profunda convicción espiritual. Que el Padre César transite un camino artístico menos previsible -al menos para los que entienden su rol desde un lugar más acostumbrado- lo cierto es que su música merece ser contemplada en profundidad para encontrar allí esos tesoros reconfortantes. Un peregrinaje distinto, pero que no se aparta de una ruta que enaltece la fuerza interior, la recuperación de un Dios posible que, a través de él, hasta pareciera hacerse menos etéreo y más tangible.
-¿Podrías trazar una línea entre todo lo que escribís? ¿A qué le cantás?
-Siento que vuelco en las canciones todo lo que está dentro mío. El inconsciente me aporta un montón de información.
Dijo “inconsciente”. Sigmund Freud debe estar celebrando esta cercanía impensada entre Dios y su campo de exploración. Pero César también menciona a otro referente del estudio de la psiquis: “Como bien decía (Carl Gustav) Jung, ‘se simboliza eso que pasa’. En mi caso, lo simbolizo en una letra y una música”. Su banda arremete sediciosa con el nombre de Los Pecadores y a él le dicen “el cura rockero”. Amén.
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