Scott Newman falleció luego de años de batallar contra sus adicciones; hasta sus últimos días, el protagonista de El color del dinero no pudo perdonarse a sí mismo
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Cuando Paul Newman se enamoró de quien sería su esposa hasta su último suspiro, la actriz Joanne Woodward, significó un cimbronazo a nivel familiar para el galán, quien en ese momento se encontraba casado con la actriz Jackie Witte. Los artistas se conocieron en 1953 durante los ensayos para la obra de Broadway Picnic, de William Inge, si bien antes se habían cruzado en el emblemático Actors Studio. Su conexión fue tal que pasaban mucho tiempo juntos y se convirtieron en grandes amigos, a pesar de los rumores de la época. “No creo haberlo amado desde ese momento en que lo vi, entonces sentía un enamoramiento. A ninguno nos gustaba la palabra amor, creo que lo que vimos fueron dos versiones del otro que eran muy diferentes a la realidad”, expresó años después Woodward respecto a cómo los prejuicios (los suyos y los de Paul) habían atentado originalmente contra un vínculo al que no querían ponerle nomenclatura.
“Yo pensaba que él era un galán muy seguro de sí mismo y, por supuesto, no era tan así”. Sus amigos en común, entre ellos, el escritor y dramaturgo Gore Vidal, notaban que la atracción que sentían iba a ser indetenible y efectivamente eso fue lo que sucedió cuando Newman le reconoció a Witte que se había enamorado de Joanne, lo que destrozó a la actriz, quien se divorció de Paul en 1958 y siendo madre de tres hijos pequeños: Scott, Susan y Stephanie.
De acuerdo con los testimonios que se pueden escuchar en el excelente documental de HBO Max dirigido por Ethan Hawke, Las últimas estrellas de cine, el divorcio fue un golpe duro no solo para Witte sino también para los niños, quienes reclamaban la presencia de un padre que estaba comenzando una nueva etapa de su vida, actitud por la que Newman luego sintió una inmensa culpa. Tras el divorcio, el actor empezó a mostrarse públicamente con Woodward, quien en ese momento era más famosa y más respetada como intérprete que él. Los actores se casaron precisamente en 1958, mismo año en que Paul firmó los papeles de divorcio, y se mudaron a Westport, Connecticut. La mudanza dejó aún más desolada a Jackie y a sus hijos.
Poco antes de morir, en 2008, Newman reconoció que hubiese manejado muchas situaciones con ellos (y también con las hijas que tuvo con Joanne, Nell, Lissy y Clea) de un modo completamente diferente, y de hecho intentó corregir errores del pasado en la vida adulta de todos ellos. Si bien recibió ese ansiado perdón, su relación con Scott, quien trabajó con él en varias películas, tenía aristas muy particulares. El joven tenía adicciones y manifestaba problemas de conducta que tanto Newman como Woodward, quien nunca intentó suplir el rol de Jackie pero le tenía un inmenso afecto, intentaron manejar como pudieron. De todos modos, siempre existió una suerte de muralla entre el actor y su hijo, cuyo comportamiento fue empeorando a medida que su padre y su nueva esposa se mudaban para abordar proyectos laborales y él iba quedando atrás.
En el nombre del padre
Aunque Newman quería ayudar a Scott al convocarlo para varias producciones de las que formó parte, el joven malgastaba su dinero y luego debía pedir prestado a sus amigos cada vez que perdía su batalla contra las adicciones y tenía una recaída. “Todo el mundo asume que tengo mucho dinero, pero no tengo un centavo”, manifestó en una ocasión. Por otro lado, sus problemas de adicción tenían correlación directa con los de su padre, quien batallaba contra el alcoholismo.
La situación de Newman se tornó preocupante en 1971, cuando decidió filmar Casta invencible, la película que el director Richard A. Colla abandonó al comienzo del rodaje. El actor, quien ya había debutado como realizador con Raquel, Raquel (su ópera prima en la que dirigió a su esposa), se presionó demasiado en esa filmación y volvió a consumir alcohol de manera desmedida, problemática que su entorno no desconocía. A fin de cuentas, Newman hizo catarsis sobre su vida privada en obras autorreferenciales, como 500 millas, largometraje que registra la compleja relación que tenía con su hijo. En simultáneo, Scott quería emanciparse de su padre.
“No quiero que me ayude en esto, quiero conseguir trabajo como actor por mis propios méritos”, declaró tras formar parte del film El carnaval de las águilas, en 1975, época en la que fue arrestado por golpear a un policía y por actos de vandalismo por los que Newman debió responder pagando múltiples fianzas. A pesar de su reticencia a ser vinculado con su famoso papá, en las pocas entrevistas que brindó siempre surgía la pregunta sobre su vínculo y en una oportunidad fue muy duro en sus dichos. “Es un infierno ser su hijo”, declaró Scott. “Todos esperan que me comporte como él o que se los presente. Los guiones que Hollwyood me da son, en realidad, para que terminen en sus manos. Soy ‘Paul Newman Jr.’, pero sin sus ojos azules ni su talento. Tampoco tengo su suerte, no tengo nada. Ese soy yo. Solo tengo el nombre”.
"Todos esperan que me comporte como mi padre o que se los presente. Los guiones que Hollwyood me da son, en realidad, para que terminen en sus manos"
Scott Newman
Sus palabras también dejaban entrever una profunda tristeza que puede rastrearse a su infancia y adolescencia, cuando sintió en carne propia el abandono y también fue testigo del sufrimiento de su mamá mientras Newman empezaba una flamante vida en otro sitio, con Woodard y sus hijas. Con el tiempo, a ese trauma se le añadió otra capa: las comparaciones indefectibles con su papá y su imposibilidad de construir su propio nombre, como él mismo lo reconoció. En sus memorias póstumas, Newman definió a su vínculo con Scott como “confuso y angustiante” y supo ver cómo nunca le preguntó cuáles eran sus verdaderos intereses. “Nunca se me pasó por la cabeza que él no quisiera ser como yo, nunca le pregunté qué quería hacer ni le dije que estaba todo bien si se negaba a compartir algo, como el automovilismo, que quizá no le gustaba tanto como a mí”.
El triste desenlace
Los momentos previos a la muerte de Scott causaron extrema preocupación en su familia, con la que permanecía incomunicado. El joven pasó sus últimos días en casas de amigos y cantando en cabarets, siempre intentando encontrar su verdadera pasión mientras sus adicciones lo seguían atormentando. En 1978 tuvo un accidente con su moto y debió consumir analgésicos que empeoraron su cuadro de adicción, y ese mismo año accedió a recibir ayuda de su papá y se internó voluntariamente en una clínica psiquiátrica. Cuando salió, al poco tiempo, se instaló en un hotel de Los Ángeles y una noche mezcló alcohol con diferentes drogas. El resultado fue fatal: Scott murió el 20 de noviembre de una sobredosis, a los 28 años. Las palabras de su padre fueron devastadoras: “La culpa que siento por la muerte de mi hijo va a permanecer conmigo durante el resto de mi vida”.
"Muchas veces me puse de rodillas y le pedí perdón a Scott. Le pido perdón por esa parte de mí que lo impulsó a su propia destrucción"
Paul Newman
El actor, acompañado por su familia, creó una fundación a nombre de su hijo con el objetivo de prevenir el consumo de drogas. “El principal problema es cuando esta clase de situaciones son ocultadas debajo de la alfombra”, declaró el actor de El color del dinero. “Debemos tener las vías de comunicación siempre abiertas, y yo no sé si hice eso con mi hijo”, expresó. En efecto, la muerte de Scott lo sumió en un duelo y en un estado de culpa del que nunca pudo salir, como sus otras hijas también lo han contado. El 26 de septiembre de 2008, el actor falleció a los 83 años a causa de un cáncer de pulmón en su casa de Westport. Newman había recibido el diagnóstico con nueve días de diferencia del de su esposa Joanne Woodard, quien fue diagnosticada con Alzheimer. Antes de morir, Paul le dejó un último regalo de Navidad: una brújula que se hallaba dentro de una media, para que nunca perdiera el rumbo. Esos gestos de Newman eran su manera de demostrar amor cuando las palabras no salían, como pasaba con Scott y ese vínculo cuyas rispideces no pudo detectar a tiempo.
“Yo seguía pensando que estaba pasando por una fase de mal juicio adolescente. Nunca pensé que sería fatal”, dijo el actor en una ocasión respecto a la adicción de su hijo, testimonio que yace en las memorias Paul Newman: The Extraordinary Life of an Ordinary Man. “¿Había alguna forma en la que le podría haber dicho que no tenía que ser como yo? ¿Que no tenía que hacer cosas de macho y que podía ser él mismo? Muchas veces me puse de rodillas y le pedí perdón a Scott. Le pido perdón por esa parte de mí que lo impulsó a su propia destrucción ¿Qué habría hecho falta para evitar eso? No estoy seguro”, se preguntó con la angustia pesándole en cada palabra.
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