Un fiel seguidor del golf puede estar viendo un torneo durante ocho horas seguidas sin inmutarse y con la misma atención. Pero todo es mejor cuando los comentarios de TV vienen acompañados de una voz sabia y serena. Eso es lo que ha ocurrido en los últimos 28 años con Silvia Bertolaccini, la mejor golfista argentina de la historia y que se transformó en una aguda comunicadora del juego a través de las transmisiones de ESPN. Siempre con la palabra justa y precisa. Nunca una opinión desafortunada ni fuera de contexto.
Sucedió que esta distinguida señora nacida en Rafaela decidió ponerle punto final a su trabajo en la televisión, tras anunciarlo en las redes sociales. Su tono calmo estuvo asociado con los relatos de Francisco "Paco" Aleman, a quien considera "su hermano menor" y con el que llevó las emociones golfísticas al público argentino, sobre todo gracias a aquellas consagraciones de Angel Cabrera en el US Open 2007 y el Masters de Augusta 2009.
Desde la pequeña ciudad estadounidense de Wells, en el estado de Maine, donde reside, Silvia rememora los impactos del Pato y vuelve a sentir la misma electricidad: "Sin dudas, el momento inolvidable en mis transmisiones de golf fue la victoria de Cabrera en Oakmont. Lo viví como algo increíble y me quedé sin habla. Lo miré a Francisco en plena transmisión y le dije con el dedo ‘Seguí vos, yo no puedo hablar más’. Había sido tremendo lo que el cordobés acababa de hacer, con Tiger en su mejor momento y él pegando allí dos tiros extraordinarios en el hoyo 18. Ni bien terminó el torneo nos fuimos corriendo hasta el hoyo final, nos paramos en el green, nos miramos con Francisco y dijimos: ‘¡Qué horror la velocidad de este green!’. Dominar ese campo era muy complicado, pero Cabrera se movió en la cancha como si la jugara todos los días".
Bertolaccini tuvo la fortuna de vivir ambas coronaciones del cordobés desde adentro, en un plano íntimo: "Cuando los jugadores firmaron la tarjeta, la prensa norteamericana nos vino a preguntar sobre el Pato. Si bien lo conocían, poco sabían de él, así que les contamos acerca de cómo era y de sus orígenes. Y después, Angel nos invitó a formar parte de una cena organizada por el club. Estábamos en una mesa de diez, nos trajeron vinos argentinos y fue muy lindo compartir aquel momento con él. El Pato estaba feliz por haber logrado un sueño que no sé si él mismo sabía que podía hacerse realidad algún día. Pero haberlo acompañado en aquel momento fue extraordinario y tuvimos la misma suerte de compartir otra vez cuando ganó en Augusta, porque también el club organiza una cena para los ganadores. Nunca voy a olvidar aquellos dos momentos y todo gracias a Cabrera. Fue fantástico haber estado allí".
Mucho antes de esas emociones en vivo, Silvia fue golfista. Se formó en el Jockey Club de Rafaela (el hoyo 1 lleva su nombre en su honor) y representó en toda clase de certámenes a la Asociación Argentina de Golf en condición de amateur. Hasta que decidió dar el salto al profesionalismo. "En 1974 fuimos a jugar un torneo con Amanda Felizia en Medellín en representación de la AAG. Gané el individual y me invitaron a que me quedara en Colombia a jugar, así que participé del Abierto de Colombia y me llevé el título. Allí se me arrimó una persona, Hernán León Gómez, que me propuso: ‘Tengo un socio en Houston en el rubro del petróleo y nos gustaría patrocinarte si tenés ganas de jugar en el tour en Estados Unidos’. Enseguida hablé con mis padres y mi papá me comentó: ‘Mirá, si no probás te vas a arrepentir toda la vida’".
Tras una clasificación fallida en Ohio en 1974, Bertolaccini pudo ingresar al Ladies PGA Tour seis meses después, luego de concluir segunda en una escuela clasificatoria en Florida. "En 1975 empecé mi carrera en el LPGA Tour. Venía jugando bien en aquel momento. Ya tenía 25 años, pero había sido campeona argentina en 1972 y mi carrera como amateur venía en ascenso. Me lancé a hacer algo que en aquel entonces parecía enorme, pero para mí era toda una aventura". La apuesta terminó dándole muchos dividendos: ganó cuatro torneos en el mejor circuito de mujeres del mundo en el lapso de 16 temporadas (1975-1990). Hasta ahora, ninguna compatriota estuvo ni cerca de alcanzar ese palmarés.
Todo era diferente a mediados de los ’70: "En esa época, en 1975, el tour era muy pequeño, teníamos un total de 120 jugadoras, viajábamos en auto y los premios eran mucho más chicos, ya que una ganadora embolsaba 150.000 dólares y ahora llega al millón para la campeona, en el caso del US Women's Open. No era una gira para hacer dinero, sino para competir. Jugábamos entre 26 y 30 torneos al año y me hice amiga de muchas chicas. Varias de alguna forma me adoptaron, porque si bien yo hablaba algo de inglés, no sabía todo lo que tenía que hacer, como la reserva de los hoteles y la inscripción para los torneos. Así que muchas me ayudaron, en particular Vivian Brownlee, con quien viajaba en el auto a los torneos".
"Mientras nos trasladábamos de un campeonato al otro, íbamos practicando el inglés y ella me iba explicando cómo se manejaban las cosas en Estados Unidos -sigue Bertolaccini-. De golpe me encontré hablando un idioma que dominaba muy poco y haciendo una vida novedosa como experiencia, yendo de ciudad en ciudad. Al principio fue difícil, pero enseguida me adapté y supe que era lo que quería hacer, así que no significó un sacrificio, sino que iba descubriendo cosas todas las semanas".
Cuando terminaba de jugar, Silvia volvía a la cancha y seguía a las golfistas más destacadas de la época, como Jane Blalock, Donna Caponi, Judy Rankin y JoAnne Carner. Quería aprender de ellas: saber cómo se movían y qué pensaban dentro de la cancha. "Como el tour era chico, hice muchísimas amistades con las grandes jugadoras; podía arrimarme a Carner y preguntarle cómo sacar del bunker, por ejemplo. Todas eran muy amigables: te contaban, te contestaban, te explicaban y te invitaban a jugar rondas de práctica. Había una camaradería muy linda y eso me ayudaba tremendamente debido a mis limitaciones con el idioma. Me incluían dentro de lo que sucedía en la gira".
Superados los 40 años de edad, su carrera profesional concluyó. En buena medida, porque la precisión con el putter dejó de ser un aliada. Y en 1991, su vida dio un gran vuelco, aunque siempre con el golf como eje. Confiesa que la mutación de golfista a periodista se dio por casualidad. "Estaba trabajando en Boston en la organización de eventos y me llamaron por teléfono para ver si podía hacer una prueba en ESPN, porque la cadena empezaba a transmitir golf para Latinoamérica. Llegué a ese ensayo y me dijeron: ‘Ponete los auriculares y cuando veas las imágenes del torneo empezá a comentar’. Así que comencé a hablar y en un momento le pregunté al productor: ‘¿Y?’, a lo que me respondió: ‘Seguí porque estás en el aire’. Así que la prueba duró poco", sonríe.
Con el paso del tiempo, los relatos deportivos en Argentina se hicieron cada vez más exagerados, desmedidos y hasta los exabruptos pasaron a ser un recurso corriente, para mal de la mayoría de los televidentes. Pese a la cantidad de horas que sumó Bertolaccini a lo largo de 28 temporadas, llama la atención cómo siempre mantuvo la serenidad y la mesura sin por ello caer en un ritmo monótono. Al contrario: su estilo encajó perfecto para el golf, un deporte que muchas veces regala fabulosos paisajes y despierta paz.
"Mi fórmula para comentar en TV con tranquilidad y sin enojarme tuvo que ver con el amor y el respeto a lo que hice: para mí, transmitir un torneo de golf fue siempre un honor y un orgullo. Con Paco nos llevamos muy bien y creo que transmitíamos haciendo quedar bien al otro, nunca nos sentamos para entablar una competencia de ‘yo digo más, vos decís menos’. Por otro lado, para mí no había preguntas tontas de parte de los televidentes. Siempre les agradecí a los que mandaban tuits con consultas, sea cual fuere la inquietud. Nunca me dio trabajo investigar acerca de lo que la gente quería saber, sino que al contrario".
La química con Silvia fue instantánea, porque básicamente los dos tenemos la misma pasión por el juego, pero además porque trabajar con ella ha sido siempre un placer
Es casi una fija en las transmisiones internacionales de golf: cómo muchas veces se ignora al argentino o a otros latinos que van peleando palmo a palmo en la vanguardia de un torneo, para en cambio enfocar a algún extranjero sin chance alguna de pelear por el título. Un estilo que causa irritación. "Sí, muchísimas veces la gente nos escribía tuits quejándose acerca de por qué no nos muestran a tal jugador, por qué no lo vemos a Emiliano Grillo, a Jhonatan Vegas… Y la verdad es que nosotros también, durante el corte o en la transmisión decíamos: ‘¿Cómo puede ser que no pongan a tal latino en el momento en que va mucho mejor que este otro que estamos viendo y que no tiene nada que ver con el torneo?' Pero creo que le tratan de mostrar al público de Estados Unidos a sus jugadores, y nosotros tomamos la transmisión que hace la cadena norteamericana, sea NBC, ABC o Golf Channel", comenta Silvia.
Al respecto, agrega: "Muchas veces les dijimos a estas cadenas que se dedicaran un poco más a los jugadores latinoamericanos, entonces editan un minipaquete de lo que hicieron en la vuelta, pero por lo general no transmiten lo que uno quisiera y a la gente se le explica de la mejor manera. Yo siempre traté de comentarles el motivo, porque si no quedábamos mal al no poder mostrarles lo que ellos querían ver. Pero está relacionado con sus mediciones de rating y por eso exhiben a sus jugadores. Prefieren mostrar a Rickie Fowler en 2 sobre el par antes que a Emiliano Grillo en 6 bajo el par. Y no hay otra".
Su golfista argentino favorito fue siempre Leopoldo Ruiz, a quien seguía detrás de las sogas cada vez que podía, sobre todo en el Abierto del Litoral y del Centro. Más allá de haber visto a Cabrera en el pináculo de su carrera, considera a Roberto De Vicenzo como el mejor de todos de la Argentina por la cantidad de títulos que se adjudicó en todo el mundo. Y no le encuentra una explicación certera acerca de por qué cuesta tanto que una golfista argentina desembarque en el LPGA. Su lamento se focaliza en Victoria Tanco, que pudo haber continuado su legado, pero su carrera se truncó abruptamente: "A Victoria la conocí a sus 12 años en Estados Unidos y peleó mano a mano con Lexi Thompson. Sucede que a veces empujamos demasiado a aquellos que tienen talento esperando de más y a lo mejor eso fue lo que le pasó a ella. La gente esperaba muchísimo de Victoria desde muy chica y quién sabe si eso le puso demasiada presión".
Cuando pienso en Silvia, pienso en la palabra clase. Clase como golfista, comentarista y sobre todo como persona. Un corazón tan suave como su voz
Jura que siempre se sentirá más jugadora que periodista. Es más: a los 69 años sigue jugando con sus amigas hasta cuatro veces por semana. Practica –no tanto como antes–, por momentos se enoja con su juego y continúa buscando mejorar su swing y su impacto. Al final, este deporte es casi una excusa para juntarse con el grupo, salir y viajar. Aunque jamás deja de despertarle pasión. "Estoy feliz con todo lo que viví y me dio el golf; estoy eternamente agradecida a la AAG y a las miles de personas que me ayudaron a seguir el camino. Este deporte es mi vida y me abrió todas las puertas para todo lo que emprendí".
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