La actriz de origen cubano cumple cincuenta años y está pensando en volver a la actuación después de una década dedicada a las hijas que tiene con Ryan Gosling
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A los 8 años, Eva de la Caridad Méndez, la hija menor de los inmigrantes cubanos Eva Pérez Suárez y Carlos Méndez, solía acompañar a su mamá a su trabajo en el teatro chino de Hollywood, una institución de la ciudad del cine a la que se habían mudado desde su Miami natal luego del divorcio de sus padres. “Eran los años 80, me encantaba ir con mi madre allí, verla con el hermoso vestido tradicional chino rojo que todas las empleadas debían usar en medio del glamour del teatro. El tocador era mi lugar de juegos. El mundo de la sala era pura fantasía mientras que afuera la zona del boulevard de Hollywood pasaba por un momento difícil”, recordaba hace unos años Eva Mendes, la actriz que hoy cumple cincuenta años y que durante su infancia, aunque estuvo geográficamente cerca, ni siquiera se animaba a imaginar que Hollywood sería para ella algo más que el escenario de sus fantasías de la niñez. Y mucho menos que sería la industria que la haría famosa y gracias a la que conocería a su pareja, Ryan Gosling, que el próximo domingo pasará por el terreno de juegos de su esposa de camino hacia la ceremonia de los premios Oscar: está nominado como mejor actor de reparto por su trabajo en Barbie.
Claro que si el dúo mantiene su tradición de no asistir juntos a eventos donde puedan ser fotografiados, Mendes seguramente verá la ceremonia en su casa junto a sus hijas Esmeralda y Amada. La baja probabilidad de que Gosling gane la categoría que tiene a Robert Downey Jr como favorito, posiblemente deje a los paparazzi sin la foto de Mendes y su marido que llevan esperando hace tiempo. Al menos desde 2012, cuando la actriz decidió dejar de lado su carrera para dedicarse a la crianza de sus hijas.
Según Mendes, el cambio de rumbo estuvo motivado por su deseo de concentrarse en la maternidad pero también por el cansancio que sentía por tener que “pelear constantemente para conseguir buenos papeles”, como explicó en 2022 en una entrevista con Variety a propósito de uno de sus muchos emprendimientos como diseñadora de moda y joyas.
“Realmente no lo extraño. En un momento decidí que no me quedaba otra opción que convertirme en productora para crear mi propio material, pero sentí que no valía la pena”, recordaba la actriz al tiempo que señalaba que en los más de diez años desde su alejamiento de la profesión algunas cosas mejoraron en Hollywood para las intérpretes latinas: “Hace una década solo me ofrecían papeles que fueran ‘la latina’ del elenco”. Lo cierto es que desde el comienzo de su carrera, Mendes se chocó de frente con las limitaciones que la industria imponía a las minorías en aquellos tiempos.
A principios de los años noventa, la actuación no estaba en el radar de Mendes, que estudiaba marketing en la universidad y no tenía claro su futuro laboral. Por eso, cuando un buscador de talentos le propuso representarla luego de verla en un portfolio de fotos tomadas por un vecino, la actriz aceptó la oferta pensando que le vendría bien ganar algo de dinero durante las vacaciones universitarias. Así, dio sus primeros pasos frente a las cámaras apareciendo en videoclips de las bandas Pet Shop Boys y Aerosmith y participando de cuanto casting para publicidades apareciera en su camino. El problema era que no la contrataban para ninguno.
“Había una directora de casting de comerciales que solía llamarme constantemente para hacer pruebas de cámara. Un día, después de un año sin conseguir trabajo, le pregunté si podía sugerirme algo que yo pudiera cambiar o mejorar en mis audiciones para que me contrataran. Me dijo: “Querida, se trata de cómo lucís. Sos demasiado étnica y por eso nunca vas a ser la cara de un producto norteamericano”, recordaba la actriz hace unos años en una entrevista que desmentía aquella sentencia. Es que después de encarnar a Sara, la amante del personaje de Denzel Washington en Día de entrenamiento, Mendes se transformó en la imagen de marcas norteamericanas como Calvin Klein y Revlon además de otras de alcance global como Cartier y Pantene. “Esa mujer me dio, sin saberlo, el combustible que necesitaba para seguir adelante. Fue un impulso, una chispa que me ayudó a seguir”.
Más allá de los obstáculos que encontró en la industria publicitaria, cuando empezó a presentarse a castings como actriz de ficción, Mendes se topó con otra limitación mucho más difícil de superar. Luego de conseguir su primer papel en la película hecha para video, Campo del terror (1998), la actuación empezó a interesarle en serio. El problema era que, en sus propias palabras, “era una pésima actriz”. Decidida a emprender el nuevo camino, empezó a trabajar con un maestro de interpretación, lo que pronto derivó en los papeles que le dieron forma a su carrera. Tras aparecer en la mencionada Día de entrenamiento, Mendes tuvo un 2003 pleno de actividad: formó parte del elenco de Más rápido, más furioso, la segunda parte de la saga tuerca de Vin Diesel; del de Érase una vez en México, Tiempo límite y la comedia Inseparablemente juntos. Poco después le llegó su primer gran éxito de taquilla gracias a la comedia romántica Hitch: experto en seducción, que coprotagonizó con Will Smith.
A esa altura, Mendes ya era una de las intérpretes más solicitadas de la industria del cine y sus elecciones demostraban su afán por no rechazar ninguna propuesta: del policial negro Los dueños de la noche en el que compartía pantalla con Joaquin Phoenix a las muy fallidas El vengador fantasma, El espíritu y Todo sobre las mujeres, en esos años la actriz era una figurita repetida de la pantalla. Hasta que tuvo que tomarse un descanso. En enero de 2008, sus representantes informaron que Mendes había ingresado voluntariamente en un centro de rehabilitación para lidiar con algunos temas personales que, aunque “no eran graves sí merecían atención profesional”.
Sin revelar detalles sobre su internación, la actriz dio vuelta la página y en 2009 estaba lista para volver al trabajo. Aunque con un nuevo objetivo en la mira. “En aquellos días empecé a sentirme extremadamente insatisfecha con los papeles que estaba haciendo y me seguían ofreciendo así que decidí cambiar mi perspectiva”, explicó la actriz en una entrevista con la revista People. Su nuevo acercamiento la llevó a trabajar a las órdenes del director Werner Herzog en Un maldito policía en Nueva Orleans, a participar en la fantástica comedia Policías de repuesto junto a Will Ferrell y Mark Wahlberg y en los films independientes Una sola noche y Holy Motors, del francés Leos Carax. Y ese camino la condujo directamente hasta El lugar donde todo termina, la película de Derek Cianfrance en la que compartía escenas con Gosling. Un tiempo después de terminado ese rodaje empezaron a circular rumores sobre el vínculo de los actores y su posible romance más allá de la ficción. Y aunque ellos nunca lo confirmaron oficialmente, en poco tiempo se transformaron en una de las parejas más buscadas y elusivas de Hollywood. A partir de 2012, Mendes empezó a alejarse de la pantalla grande, un cambio de rumbo que resultó evidente cuando empezó a dedicarle más tiempo a sus emprendimientos de moda y a la maternidad que a sus apariciones en cine.
Sin embargo, en los últimos tiempos, además de celebrar y homenajear a su marido -así se refiere ella a Gosling aunque hayan negado varias veces la noticia de su boda oficial-, la actriz empezó a abrir la puerta para un posible regreso al trabajo. “Aplaudo y admiro a las mujeres que pueden hacerlo todo pero yo no soy una de ellas. Por suerte tuve la posibilidad de dedicarme a tiempo completo a la maternidad. Pero ahora que mis bebés ya no lo son tanto, estoy empezando a sentir cómo regresan mis ambiciones de antaño”, decía Mendes el año pasado a Variety. Tal vez ahora, con la llegada de los cincuenta, la actriz decida volver al ruedo que la hizo famosa.
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